lunes, 21 de agosto de 2017

¡Me entrevistaron! - artículo por Daniela Patrone

A continuación copio la nota que realizó Daniela Patrone, futura editora profesional, a partir de una entrevista que me hizo. ¡¡Muchas gracias!!


Mariana Laura Delponte nació en Buenos Aires, donde vive y trabaja como contadora. Sin embargo, desde chica, fue la escritura su pasatiempo y su refugio.
En el año 2013 recibió una mención especial en categoría Cuento en la 4ª edición del
Concurso Literario Luis Catinari.
Tres cuentos  de su autoría se encuentran publicados en las siguientes selecciones de textos de editorial Dunken: "Murmullos en el papel" (compilado por Juan Carlos Di Bernardo - 2012), "Gotas de primavera" (compilado por Roberto Barletta - 2014) y
"Desnudos sobre el papel" (compilado por Carla Demark - 2014). Formó parte de la antología colectiva Le Croupier Volumen 3 de Ediciones Croupier (2016).
Participó en varias lecturas, entre ellas durante el 2015 en el colectivo cultural Búho, surgido en Hurlingham.
Algunos de sus trabajos fueros publicados en las revistas digitales Nuevas Voces, Extrañas Noches y La Anónima.
Tuvo la oportunidad de realizar el prólogo de dos antologías: "Mujeres 2", antología colectiva de Ediciones Croupier (2016) y "Espejo convexo" de Ezequiel Olasagasti (2017, Imaginante Editorial).
"Paseo en loop" es su primer libro, una antología de 21 cuentos. Fue publicado en enero de 2017.
  
  
-¿Qué tipo de literatura escribís y consumís?

Mayormente escribo cuentos y poesía. En el caso de los cuentos, son casi todos realistas, rayando lo psicológico. Trato de tomar como disparadores situaciones cotidianas que muestren algo más: algo mágico, algo triste, una obsesión, etc. Respecto a las poesías, son menos premeditadas y cambian mucho con el tiempo.
Trato de hacer que evolucione lo que escribo, de conocer géneros nuevos y explorarlos. Por eso también a la hora de consumir literatura, busco los clásicos pero también conocer lo actual.
Me gusta leer muchos cuentos porque tienen una resolución casi instantánea y pueden convertir un viaje en colectivo en algo mágico. Me gusta la literatura psicológica y realista, también la ciencia ficción que permite entender desde otro lado la realidad.

-¿Cómo fueron tus inicios como escritora?

Empecé leyendo y tratando de jugar con la imaginación. Creo que nos pasa a todos los que escribimos que no queremos quedarnos solamente con lo que escribieron otros, sino que queremos ponernos a jugar nosotros también y plasmar las cosas que nos pasan por la cabeza. Cuando tenía diez u once años y en la escuela me daban de tarea "escribir una historia" me encantaba hacerla, leerla y ahí nació ese sueño. Después me olvidé un poco de ese gusto, y volvió alrededor de los diecisiete años. Primero con vergüenza, después empezando a mostrarle lo que escribía a mis amigos, y así de a poco me fui animando a publicar.

-¿Te inspiras en alguna persona o alguna situación en particular?

Me inspiro en sentimientos propios o que imagino que otras personas tienen. A veces un cuento se dispara por una idea, una frase escuchada al pasar.

-¿Cómo definirías la inspiración y cómo viene a vos?

Es un impulso que no se puede prever ni provocar, por lo menos para mí. No alcanza con querer tener la inspiración. Viene a través de una experiencia, una charla, un sentimiento de angustia o de alegría, un libro, una canción, un recuerdo. ¡Pero casi nunca la encuentro cuando la busco! Viene cuando ella quiere.

-¿Tenes algún lugar predilecto para escribir?

Va variando con el tiempo.  He escrito en un escritorio, en el colectivo, en mi pieza, caminando por la casa. A veces me agarra por escribir en la computadora, otras veces en papel, otras en el celular.

-Sin embargo, la vida te llevó por otros rumbos ya que decidiste estudiar contaduría. ¿Es otra gran pasión o consideras que de la literatura no se puede vivir?

Un poco de ambas cosas. Creo que es muy difícil el camino para vivir de la literatura, aunque pienso que debe ser muy lindo intentarlo. Cuando terminé la secundaria me volqué por lo seguro, y la contabilidad me pareció una alternativa en la que me iba bastante bien y que me ofrecía un abanico laboral interesante. Es lindo también mantener lo que uno ama hacer como un hobbie, es una manera de desenchufar de la rutina.

-¿Cómo calificarías a la literatura argentina?

La considero rica y variada. Representa a nuestra cultura, es una mixtura. No me considero una gran lectora de literatura nacional, pero no leí a dos autores argentinos que se parezcan.

- Hablemos de "Paseo en loop". ¿En qué consiste?

"Paseo en loop" es una antología de 21 cuentos independientes entre sí. Los elegí porque creo que todos tienen en común elementos psicológicos. Tratan de las obsesiones, de los callejones sin salida que nos pone la mente, de las formas de interpretar lo que hacemos y decimos, de la realidad de todos los días.

-¿Cómo surgió la idea y en qué te basaste para escribirlo?

Cuando escribí los cuentos no estaba pensando en el libro. Fue una recopilación de cuentos que reunían ciertas características y me pareció interesante compartirlos. Algunos los escribí hace varios años, otros surgieron como consignas de un taller literario; hay cuentos relativamente nuevos y otros que pasaron muchas relecturas. El libro fue el resultado o la conclusión de lo que estuve escribiendo a lo largo de aproximadamente cinco años.

- Explícanos el título.

"Paseo en loop" es el nombre de uno de los cuentos. Más allá de la trama de ese cuento, que es uno de mis favoritos: un hombre caminando por la calle descubre que está atrapado en un mundo que se repite todo el tiempo, pienso que muchos cuentos tratan el tema de las repeticiones de nuestras vidas, los bucles infinitos en los que nuestra mente nos encierra. A su vez en la antología se ve varias veces eso, desde otras perspectivas, lo que funciona también como una repetición. Veo al título "Paseo en loop" como una forma de resumir el libro.
La palabra "loop" se usa para designar a los sonidos o las imágenes que tienen un final igual al inicio, por lo que se pueden unir y dan la impresión de ser infinitos.

-¿Lo publicaste de forma independiente o por medio de una editorial?

De forma independiente. Después de averiguar en varias editoriales y de comparar, me pregunté por qué no podía intentar hacerlo sola.
Diagramé el interior, lo que me permitió elegir a mi gusto todos los detalles del formato. Después llevé todo el material, los archivos del cuerpo y las tapas, a una imprenta, donde se hicieron los retoques finales antes de imprimir.

-¿Recurriste a algún corrector literario?

Dos amigos, Nadia Russo y Ezequiel Olasagasti, me ayudaron con el arte de tapa y el prólogo, respectivamente, y ambos también fueron correctores y críticos de los cuentos.

-¿Son correctores profesionales?

Ezequiel es asistente de edición, además de escritor, pero no es corrector; Nadia es artista plástica, me ayudó desde su posición de lectora más que de correctora.

-¿Alguna vez realizaste algún trabajo de corrección?

Sí. Fue muy particular, porque lo realicé para Espejo convexo, el segundo libro de cuentos de mi novio, Ezequiel Olasagasti. Primero leí todo el libro y le fui indicando oraciones o fragmentos que no entendía, o que consideraba que podían generar algún problema de coherencia. Después de esa primera lectura y sus correcciones, nos juntamos a leer, sentados uno al lado del otro, para ir al detalle de cada oración, desde la estructura de las oraciones o la forma de abordar los temas, hasta las palabras usadas, la gramática y la puntuación.

-¿Cómo fue la experiencia?

Fue una linda experiencia por la cercanía con el autor. Creo que no sería lo mismo corregir a alguien que no conozco como persona.

¿Cómo consideras que debe ser la relación autor-corrector?

En un ambiente más profesionalizado, considero que la relación debe ser lo más objetiva posible, aunque sea un poco utópico. El corrector tiene que estar en la cabeza del autor y al mismo tiempo en la del lector  y tratar de negociar con ambas partes para que no se pierda la esencia de uno pero al mismo tiempo logre llegar al otro.
El corrector profesional es una voz autorizada a "modificar" la obra. Imagino que es difícil utilizar esa capacidad, más que nada porque el autor ve a su obra como a un hijo que le cuesta adaptar a la visión de otro.

- Para vos, ¿cuál es la importancia del papel del corrector literario en el desarrollo de una obra?

El corrector acerca la obra al mundo, la amolda para hacerla cumplir las reglas de redacción, ortografía, gramática, etc., y también las de los cánones del mercado, la época o el contexto en el que se va a publicar. Es responsable junto al autor de lo que los lectores interpreten. Entiendo que dependerá de la política de cada autor, cada corrector y cada editorial cuáles serán esos cánones o características que tienen que cumplir los textos. Ahí también está la negociación entre ellos.

-Por último, ¿tenes algún proyecto a largo o corto plazo?

Tengo ganas de publicar algunos poemas, en un formato que sea artesanal e independiente. Tengo algunas ideas para ese proyecto en la cabeza, pero el primer paso sería hacer una selección de lo que quiero publicar. Va a ser lo más difícil, porque soy muy celosa de mi poesía (risas)

También estoy yendo a un taller de fotografía. Me gustaría mezclar las dos cosas: literatura y fotografía. Todavía no tengo un proyecto puntual en mente.

domingo, 9 de abril de 2017

Cucarachas

"Los psicólogos son unos chorros", pensó Silvina. "Hice bien en nunca ir a uno". Oía el crujido como en sus pesadillas.
Recordaba sus tiernos cinco años, no como algo que hubiese vivido realmente, sino más bien parecido a una película. Como si se estuviese repitiendo una historia que hace años ella misma se había contado, para no olvidar el episodio. Solía jugar en el taller de arreglos de su papá, a pesar de que era un lugar sucio, desordenado e irrespirable por el olor a pintura y pegamento. Él la retaba cada vez que la veía ahí, diciéndole que ese no era lugar para nenas como ella, mucho menos para andar con los vestidos que su madre tanto cuidaba y procuraba conservar como nuevos. Sin embargo, era irresistible para la pequeña Silvina ir a jugar entre papeles de diario, cajas y pinceles, a ese lugar colmado de esfuerzo de su papá, la adorada figura que allí hacía su magia. La utilería laboral del lugar alimentaba su creatividad. Recordaba en tercera persona, como viéndose a sí misma, que esa tarde de antaño estaba bailando una imaginaria canción sobre un escenario improvisado entre cajones de verdulería y telones de cortinas viejas. En pleno "recital" salió una cucaracha de proporciones descomunales (así la recordaba, comparativamente con el cuerpo de una nena de cinco años) de una pila de papeles de diario e irrumpió en el medio de la escena, haciendo que Silvina pegara un grito que resonó en toda la casa. Siguió el escape, el tropiezo, la caída con el consecuente raspón en la rodilla. Si no hubiese sido por la oscuridad espesa que la rodeaba, en ese momento, veinte años después, hubiera estado viendo la cicatriz devenida en mancha color café con leche que aún conservaba en la pierna.
En esa oportunidad sus padres no habían entendido la reacción de Silvina, que ellos calificaban como desmedida y exagerada. ¿Pero acaso hay algún chico que no le tenga repulsión a las cucarachas?
"La lastimadura en la rodilla fue lo que complicó todo. Los padres se preocupan cuando ven sangre. Para el resto de los miedos infantiles, creen que sólo hace falta crecer. Cuando te lastimás, en cambio, ya es un problema psicológico".
Como si su destino hubiese estado marcado por las cucarachas, siguieron los acontecimientos asquerosos. A los trece años despertó sobresaltada. Había sentido que alguien tocaba sus párpados. La presión sobre su ojo y un cosquilleo en la nariz la despertaron. Un crujido cercano la hizo temblar. Encendió la luz y vio correr sobre su cama una cucaracha, que parecía calcada a aquella del taller a los cinco años. Se sacudió frenéticamente y corrió fuera de su habitación, alertando a sus padres que aún dormían en el cuarto de al lado en esa plácida mañana de sábado de verano.
"Capaz fue porque no los dejé dormir en paz. Sobredimensionaron mi reacción y a partir de ahí empezaron a romperme la cabeza con la idea de que tenía que ir al psicólogo."
"Un poco es como decía Freud", pensó Silvina, balanceando sus piernas juntas hacia los costados, tal vez inconscientemente para sentir que tenía cierta libertad de movimientos. "La culpa la tienen los padres. Pero no por un problema de vínculo, sino porque sus ideas fijas martillando en el cráneo del chico provocan el daño psicológico. Yo no tenía un miedo desproporcionado hacia las cucarachas de forma natural, sino que ellos me lo inculcaron. ¿Quién lo hubiese pensado? Yo, que creo que toda la psicología es una mentira, coincidiendo en algo con Freud".
Sentía apenas más fuerte, más cerca, el crujido. Como en sus pesadillas. Sin embargo, no tenía miedo.
Hasta los quince años sus primos habían aprovechado la debilidad inventada por sus padres y no dejaban pasar ninguna oportunidad para poner cucarachas entre sus cosas o perseguirla esgrimiéndolas, aun con asco, para provocar su horror.
"Los nenes son crueles. Son el ser humano en su máxima expresión" concluyó con hartazgo repasando sus recuerdos.
"Igual, aunque me gustara la psicología, nunca hubiese sido freudiana". Se sentía más cerca de la filosofía popular del "todo es por algo", o mal llamado "destino", que encadena cosas aparentemente inconexas y les da explicaciones a los acontecimientos.
"De algo sirvió todo el terror que sentí hasta la adolescencia" se dijo. "Me inmunicé. Enfrentarme tanto con mi supuesta debilidad hizo que la haya neutralizado". El crujido de patas y alas en movimiento, que compartían piso con ella en una habitación que suponía sería un sótano o algún escondite clandestino, no la amedrentaba. Su pesar hubiese podido ser mucho peor en ese momento, en el que estaba sola, amordazada, atada de pies y manos y dolorida por los golpes recibidos; si encima de todo eso, aún tuviera miedo a las cucarachas.

domingo, 8 de enero de 2017

Lotería

No fue miedo a que lo señalaran con el dedo o a que lo asaltaran. No le temía a la envidia ni a que fuese visto como un vago jugador. Sin embargo, no fue a retirar su premio cuando ganó la lotería después de veinte años de apuestas. El día de cobro se dio cuenta que no tenía ningún sueño en qué gastarlo.

sábado, 16 de julio de 2016

Puertas

Hablaban en los umbrales de las puertas
como una manera de defenderse del espacio del otro,
de no entrar a la zona de confort ajena,
de no salir de la propia.
No ponerse en evidencia.

Tal vez era una metáfora no planeada
acerca de respetar los espacios,
acerca de no invadirse,
de seguir siendo individuales.

Pero también,
no cruzar la puerta
era no salir de la soledad.

En todo eso pensaban
y nada de eso decían
cuando se jubiló el último fabricante de puertas
y murió de hambre el último cerrajero.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Estoy empachada de poesía

Recién un gato blanco cruzó el jardín corriendo.
Un día normal sería sólo eso,
o a lo sumo el animal más perfecto
haciendo su visita fugaz para deteriorarnos los ojos.
Pero hoy, estoy empachada de poesía.
Y se me ocurre que vi pasar una metáfora
de la hoja en blanco, seductora y esquiva.
Y no sólo un gato blanco corriendo.
Pensarás que esto es un vómito verbal
y es probable que estés en lo cierto.
Escucho Radiohead como si fuera jarabe
para atrasar la cura y que perdure el efecto.
Si yo pudiera viviría empachada, borracha,
de esta poesía liviana e impertinente.
En esta rebeldía no nos importa que no la entiendas.
No la hacemos para eso,
queremos jugar,
ver pasar gatos como hojas,
respirar perfumes como recuerdos,
escuchar canciones como remedios
y tomarnos para todo el tiempo.
El ovillo de las ideas no se desenreda solo,
y qué bien que me hace cuando gira libre el carretel.
Por eso me importa poco que no me entiendas
o que busques analogías o interpretaciones secretas
o que pienses que pierdo el tiempo,
que mis ritmos no sirven para este mundo complejo.
Dame un par de días más de pensamientos
y en una de esas, desenredo el cielo.

domingo, 20 de marzo de 2016

Roto

Cuentas sueltas, nos hemos desarmado. Apenas recordamos lo que solíamos ser.
Medios armados, medios inciertos, somos una masa que no termina de ser. Tratamos de resultar útiles, pero no podemos, hasta tanto no sepamos qué queremos ser.
Cuentas desparramadas, collar roto, juguete roto, pulsera rota, adorno roto. No sabemos qué fuimos. No sabemos qué queremos ser. Sólo materia prima, carente de idea, sin sueño. Si tuviésemos un sueño, por lo menos, intentaríamos serlo.
Mientras unos nos construyen, otros nos alteran. Somos el edificio levantado sin plano, el proyecto llevado a cabo sin plan de acción.
Mientras unos nos construyen, otros nos alteran, otros nos hacen temblar, otros nos demuelen.
Sólo quedamos el aserrín, los escombros, la resaca. El recuerdo casi nulo del sueño que recién terminó. Materia prima para lo que vuelve a comenzar.

(Resultado de ejercicio de Escritura en el Konex, 28 de enero de 2016.)

domingo, 13 de diciembre de 2015

El nieto de la directora

El nieto de la directora vivía en Parques Verdes igual que yo, que Lucas y casi todos los chicos de sala roja. Pero iba y venía del jardín en colectivo. Todos los días cuando nos venían a buscar él se quedaba hasta que nos habíamos ido todos. Un día que mamá vino tarde porque se le había roto la computadora del trabajo lo vi. Se quedó sentado solo en el pasillo de la entrada, al lado de la dirección, hasta que salió la abuela y se lo llevó.
 - La directora lleva al nieto en colectivo porque dice que así conoce el mundo, que "sale de la burbuja". A mí me parece cualquiera -le escuché decir a mi mamá mientras tomaba el té con la mamá de Lucas.
 - Nos quiere hacer quedar a todas como unas tontas. Pero eso no es bueno para Dieguito, es peligroso. - dijo ella.
Ese día se me grabó el nombre, porque para mí era "el nieto de la directora". Era callado, siempre jugaba solo, no se acercaba a ningún grupo ni tampoco nadie se acercaba a él. No llevaba juguetes lindos al jardín. Pero yo había visto que tenía el auto robot un día que pasé por la casa y estaba en la vereda. Mi mamá decía que la abuela no le dejaba llevarlos para que no se los roben. "Y más vale", yo pensé. Yo le hubiese robado el auto.
Cuando le dije a Lucas que el nieto de la directora tenía un auto robot azul, de esos de luces, que dan la propaganda cuando vemos los dibujitos, abrió la boca y los ojos grandotes. Al día siguiente fue al arenero, donde siempre estaba Diego, y le preguntó por qué no traía el auto robot al jardín. Le respondió que era de su primo Gustavo y que sólo se lo prestaba cuando venía de visita. Entonces nosotros nos fuimos a las hamacas. Diego quedó solo, como siempre. Jugaba solo, caminaba solo, adentro del jardín. Afuera iba de la mano de la directora.
Le conté a mi mamá y me dijo que los nenes repiten como lorito lo que les dicen que digan, o algo así. No entendí bien. Debe ser porque yo también soy un nene. Me molesta cuando mamá habla así. Parece que hablara con la mamá de Lucas, pero me está hablando a mí.
 - Ese nene, encima de egoísta y caprichoso, va a ser un mentiroso. - le escuché decir a mi mamá después, cuando vino la mamá de Lucas y se pusieron a hablar de la directora.
Nadie lo quería a Diego. Por eso estaba siempre solo y nadie se puso triste cuando lo encontraron muerto abajo de la arena. Ya habíamos saludado a la seño para irnos a casa pero cerró la puerta de la salita y no nos dejó salir. Estaba pálida. No quería que miremos por la ventana. Se escuchaban gritos de varias seños y la directora no paraba de llorar.
Miré a Lucas. Justo me estaba mirando con los ojos re abiertos. Le hice señas de "shh" con el dedo, para que no hablara.
Las seños no nos querían decir nada. Nos vinieron a buscar nuestros papás y después mi mamá me explicó que gritaban porque habían encontrado a Dieguito muerto y que eso es muy feo y que nadie sabe nada pero que es un escándalo y que capaz como le pasó al nieto de la directora ahora se iban a fijar más lo que pasa en el parque.
Al día siguiente no fuimos al jardín. Lucas vino a mi casa y jugamos en el patio. La mamá dijo que estaba muy callado y que era mejor que jugáramos para no pensar en el pobre de Dieguito.
 - Mamá me dijo que Diego se fue al cielo. -me contó después de un rato largo sin hablarme mientras jugaba con dos autitos.
 - No le dijiste nada, ¿no? –le pregunté.
Se puso a llorar.
Juramos que iba a ser un secreto que le habíamos hecho comer arena y lo habíamos enterrado. No nos dimos cuenta de que se moría. No estaba mal porque él era malo pero si se enteraban nos iban a retar mucho. Lucas dejó de llorar y los dos pusimos los dedos en forma de cruz sobre los labios y dijimos "prometido". Ese fue nuestro secreto de mejores amigos.
Cuando volvimos al jardín todas las maestras parecían tristes. Vino una directora nueva. A la otra no la vimos más. No se notó que no estaba más Dieguito. Nadie lo quería.